--¿y ahora tú?
El príncipe abraza a su amigo lloroso:
--mataron a mi hijo... ¡¡tu madrina lo mató¡
Fausto lo hace pasar. Está muy impresionado. No puede creer que la reina haya sido capaz de algo así. Caetano siente dolor y rabia y también culpa por no haber sabido impedir. Fausto lo hace pasar.
--sientate...
Le sirve un trago.
--ahora explícame todo...
Con lágrimas en los ojos:
--no pude hacer nada... tenían a Luzia atada y a mi me agarraron varios hombres mientras le dieron una paliza...
Fausto no sabe qué decirle. Lo abraza.
--mi padre dice que fue lo mejor... ¡¡pero ha sido muy cruel¡
--lo sé... pero debes olvidarlo...
Caetano está muy triste:
--te juro que no volveré a meterme con una esclava... por la memoria de mi hijo no nacido te lo juro...
Fausto le acaricia la cabeza fraternalmente. Le duele que esté sufriendo por culpa de la misma mujer que lo lastimó a él.
--será que me puedo quedar unos días contigo? es que no quiero vivir en el Castillo. Te juro que sólo unos días, me buscaré algún lugar donde vivir...
--No como crees --Caetano lo mira triste-- está es tu casa... te puedes quedar definitivamente... yo estoy tan solo... nos haremos compañía...
Los dos se abrazan.
Fernando está desesperado esperando a Jesús.
--¡¡esté dónde se metió¡
Tiene miedo que lo haya abandonado.
--¡¡no me puede hacer esto¡
Sus ojos derraman lágrimas.
--yo lo voy a buscar.
Jesús había pasado por la parte de atrás para ser más discreto. Lo ha visto llorar por él y eso le emociona. Se le acerca por detrás y le da un toque en los hombros:
--¿me buscabas guapo? --le dice muy simpático.
Fernando lo mira, sonríe. Se dan cuenta que se importan mucho. Tiene que hacer un gran esfuerzo para no besarlo.
--¿¿porqué tardaste tanto? ¡¡tenía miedo que Ester te hubiera convencido de irte con ella?
--Ella quería pero yo prefiero estar contigo...
Los dos se miran con complicidad.
--vete a tu cuarto --le dice seductor.
En seguida llega Fernando. Los dos hacen el amor con más pasión y más ternura que nunca.
Ester y Luís han hecho el amor. Los dos están muy felices. Se miran con cariño.
--¿estás bien?
--Feliz... Nunca me había sentido así... Es lo que siempre he soñado...
Él la acaricia:
--perdoname si te presioné pero es que no podía más... te amo... me enamoré de ti el primer día que te vi y ahora... lo había deseado tanto...
Ester le acaricia el pelo:
--yo también te amo... soñé tanto con este momento...
Él sonríe y la besa:
--pero soy un hombre casado... No puedo ofrecerte nada. Soy un hombre casado. No puedo abandonar a mis hijas... Pero no te quiero perder... me gustaría que me dejarás seguir viéndote aunque si no quieres lo entenderé... No quiero que sientas que sólo quiero eso... te juro que nunca había sido infiel a mi esposa pero... me enamoré.
Ester le sonríe con cierta tristeza:
--soy una mujer casada yo también y no podría tener con un hombre otra relación que no sea furtiva...
--¿y entonces?
--si es contigo no me importa.
Los dos se besan apasionadamente.
Es de noche, Joao está dormido. Le sobresalta que entra alguien en su recámara.
--¿¿quien anda ahí?
Se queda helado al ver quien es.
--¿usted?
Isabel no está nada feliz por lo que va a hacer. Se queda desnuda ante él.
--Me han dicho que a cambio de una noche de sexo eres capaz de hacer lo que sea...
Joao no se lo piensa y no te han engañado. Isabel llora mientras que Joao hace suya a la princesa con la pasión de una bestia. Es algo que nunca imaginó que viviría. Después de tantos años sometido a la reina al guardia le causa un gran placer poder poseer a su joven hija. Isabel se viste con vergüenza. Se siente una prostituta pero nada es más importante que salvarle la vida a Anselmo. Joao le jura que su deseo será una orden para él.
A primera hora de la mañana siguiente, Joao es el que dirige a la comitiva que lleva a Anselmo a lo que será una muerte segura. Anselmo abandona esas tierras en las que se acostó con Isabel impresionado por haber comprado la virginidad ni más ni menos que de una princesa. Aferrado a los barrotes de la jaula en la que está llora. No entiende nada. Joao ha planeada, por orden de Isabel, la fuga de Anselmo sin que luego nadie le pueda echar la culpa a él. Unos furtivos los atacan y liberan a Anselmo. El fugitivo no entiende nada. Cuando ya está a salvo se encuentra con Isabel.
--¿¿tú?¿qué haces aquí?
Isabel lo acaricia en el rostro pero él la rechaza.
--¡¡dejame en paz¡
--no me hagas esto... Yo me he arriesgado mucho para poder rescatarte...
Con mucho desprecio, Anselmo le dice:
--¿así?¿cómo lo has pagado?
Isabel agacha la cabeza con vergüenza. Anselmo la mira dolido:
--¡¡eres una mujerzuela...¡¡ ¡¡en fin ya eres prostituta¡
Isabel lo abraza pero él la desprecia:
--¡¡dejame en paz¡ ¿¿y ya sabe tu madre que eres una ramera?
Isabel está desesperada:
--¡¡no me puedes tratar así¡¡ ¡¡Anselmo me iban a casar con un chico que no conocía y estaba desesperada...¡¡¡te conocí a ti¡
--claro --dice dolido-- sólo me usaste...
--¡¡si pero descubrí que me gustabas... me voy contigo... como la chica humilde que conociste¡
Anselmo la mira serio:
--dime una cosa... Jurame que sólo te has acostado conmigo...
Isabel se siente muy culpable:
--has sido el primero...
Anselmo la agarra del brazo:
--¡¡me das asco¡
Isabel se aferra a él con desesperación:
--¡¡lo hice por ti... te iban a matar¡
Con desprecio Anselmo le dice:
--si quieres me acuesto contigo una vez más para pagarte pero no te quiero volver a ver más...
A Isabel le duele el rencor que ve en los ojos de Anselmo. Éste se monta en un caballo y desaparece sin mirar atrás. Isabel se queda muy triste.
Juliana llega a trabajar a la casa.
--señor Gabriel...
Nadie le contesta.
--¿salió? Mejor...
Y es que a la joven le pone demasiado nerviosa verlo. Además es su oportunidad de registrar sus cosas. Gabriel siempre está en su despacho y ahora es la oportunidad de buscar algo que lo pueda comprometer. Gabriel está en su recámara. Se ha quedado dormido. De repente se despierta.
--¡¡Juliana¡
Siente como una punzada en su alma. Piensa que si ella no lo despertó es porque no llegó y tiene miedo de no volver a verla. Sale en ropa interior y se la encuentra abriendo los cajones de su escritorio.
--¿Juliana...?
Él está muy sorprendido, ella tiene miedo que todo se eche a perder.
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